ELLA SONRIÓ
La puerta del tren cerrándose
tras de ella. Traía un vestido rojo ceñido a la cintura y holgado de abajo, que
le llegaba apenas arriba de las rodillas. El viento sopló cuando el tren se fue,
y me detuve a mirarla esperando que levantara aquel vestido. Fue entonces cuando
su mirada encontró la mía, mientras hacía el vestido hacia abajo con una mano,
impidiendo la entrada triunfal del viento. Quise ocultar mi desilusión y vergüenza.
Ella sonrió. Y olvidé sus piernas, y el vestido rojo, y el viento y el escote,
por 15 segundos. Ella sonrió y solo pensé en sus labios rojos y su cabello
negro volando. Descubrí tanto placer en que volara su cabello y no su falda.
Seguía pensando en eso, cuando noté que se acercaba y dijo:
- ¿Qué?
- Nada. Perdón
- ¿Te diviertes? … Maldito
vestido. No se por qué sigo usándolo, al menos para viajar. Pero siempre se me
olvida, y como es tan cómodo, no lo pienso antes y me lo pongo…
Ella no paraba de hablar. Sobre
el vestido, sobre el viaje, sobre el mal café que había tomado. Rayos, esta
chica no se calla. De repente escuché:
- ¿Esperas a alguien?
- No. Acabo de llegar también
- ¿Quieres tomar algo?
- Seguro. ¿Una cerveza?
- Está bien
Caminamos juntos a un pequeño bar
en la esquina. El mesero preguntó si quería lo de siempre, dije que sí. Ella no
se inmutó, así que asumí estaba bien una cerveza oscura de barril.
Bebimos bastante y platicamos aún
más. Después de varias cervezas me arriesgué a preguntarle si quería ir a mi
departamento, que estaba cerca. Ella sonrió. Y olvidé sus piernas largas, y la
pulsera en su tobillo y el vestido ligeramente levantado, por 15 segundos. Ella
sonrió y solo pensé en sus labios rojos y su cabello negro. Entonces dijo:
- Claro. Un rato porque tengo que
llegar a casa
- Si. Me imagino, después de tan
largo viaje
Lo dije solo por decir. Ni
siquiera sabía de dónde había venido. Caminamos a mi departamento. Por un
momento rozaron nuestras manos, pero en seguida tomó su bolsa con ambas manos,
como evitando que volviera a suceder. Subimos las escaleras, abrí la puerta y
la dejé pasar. En verdad tenía un trasero espectacular, y ese vestido rojo. ¡Caray!
Ese vestido rojo.
Apenas hube cerrado la puerta y
prendido la luz, me encontré con su mirada fija en mí. Se mordía los labios mientras
se bajaba el vestido, dejando al descubierto un brasier negro y unas bragas
rojas, casi transparentes, que hacían juego a la perfección. Tenía un tatuaje
en la costilla derecha que me pareció sumamente sexy.
Me acerqué a ella, la besé con
muchas ganas y le desabroché el brasier. ¡Pero que hermosos senos, es perfecta!
Ella puso una mano en mi pecho, alejándome un poco. Desabrochó mi pantalón con
suma destreza, y se agachó para comerme 5 minutos, 10 minutos. La levanté, le
di la vuelta, y la incliné sobre la mesa. Hice a un lado sus bragas, sin quitárselas.
Sería una pena. Se ven tan bien en ese par de nalgas. Me la cogí, 20 minutos,
30 minutos. Sentía la sangre correr por mi cuerpo con una velocidad y temperatura
sorprendentes. Y nos sentí venir, al mismo tiempo.
Con una mano aun alrededor de su
cuello, me acerqué, le di un beso en el cuello y susurré:
- Te luciste
Aún entre gemidos, respondió:
- Gracias mi amor. ¿Te gustó el vestido?
- ¿Estás bromeando? Me encantó.
Pero…
- ¿Pero qué?
- La próxima vez. Sonríe menos.
Me distrae mucho tu sonrisa
Ella sonrió. Y olvidé su cuerpo
desnudo, y sus nalgas húmedas aún pegadas a mí, y sus senos en mis manos, por
15 segundos. Ella sonrió y solo pensé en sus labios rojos y su cabello negro.
Que suerte tengo de que sea mía.
Comentarios
Publicar un comentario