MAMA, ¿QUE ES EL PUNTO G?

Si de anécdotas se trata, hubo una en especial -que en su momento consideré graciosa- que me tocó presenciar a los 16 años. Y que valida mi teoría de que es importante hablar de sexo, como se habla de recetas culinarias, o de futbol.

Iba en una camioneta con dos niñas más, una de 12 años y otra de 8 aproximadamente, y la mamá de ellas. Iba conduciendo el chofer, un señor de 65 años o más.
Al salir de la plaza, vimos un espectacular que hacía publicidad a una marca de joyas, cuyo nombre no recuerdo. Solo recuerdo el slogan “Hemos encontrado el Punto G”.
Y la niña de 12 me preguntó con toda la inocencia y curiosidad que puede existir en una niña de esa edad:
- ¿Qué es el Punto G?
Recuerdo haber querido reírme de nervios. Porque, en primer lugar ¿por qué yo, de 16 años, habría de saber la respuesta? Y, en segundo lugar, ¿estaba en edad ella de recibir una respuesta real? ¡Ni siquiera estaba segura si aún creía en Santa Claus!
Miré a su mamá en busca de que tomara el orden de la situación y se encargara ella de dar una respuesta sensata. Y con nervios dijo:
- Ay mija, pues es la joya, ¿no ves?
Mientras señalaba al espectacular en el que se encontraba el slogan al lado de un anillo muy llamativo.
La niña, no conforme con la respuesta -obviamente. Hasta ella se dio cuenta de que había algún mensaje más- me preguntó de nuevo:
- Dime. ¿Qué es el punto G? Tú sabes
- No sé. En verdad. Pregúntale a tu mamá
Asumí que su mamá no quería darle la respuesta real. Y quién era yo para contradecirla. Le preguntó de nuevo a su mamá y tras recibir la misma respuesta. Le dijo al chofer:
- Don Pancho. Usted debe saber. ¿Qué es el punto G?
Ya se imaginarán la cara de un señor de esa edad, siendo cuestionado por una niña de 12 años sobre el famoso Punto G. Peor aún… La cara de su mamá. Que la regañó y le prometió que llegando a casa le explicaría. Que era un tema “delicado”.

Alguien que me diga… ¿por qué decirle a una niña casi adolescente, en plena etapa de despertar sexual (y con esto no me refiero a que empiece a tener sexo, sino que empiezan las dudas y curiosidades por naturaleza) que el punto G es “un punto localizado en el interior de la vagina en el que la mujer encuentra mayor placer sexual” -gracias Wikipedia- debería ser “delicado” o tema para ponerse de nervios e intentar evadirlo?

Es solo un ejemplo del entorno que vivimos.
Y lo cierto es que, casi todas llegamos a nuestra primera relación sexual sin saber como poner un condón, sin saber que se debe estar lubricada, sin saber que puedes ser estrecha y por ende tener MÁS cuidado, sin saber qué tanto sangrará o que puede no sangrar, sin saber de qué se trata el orgasmo y que quizás no se alcance la primera vez, sin saber cuánto tiempo tardará, sin saber que hay diferentes tamaños de pene y cuál es el promedio. En fin, sin saber. Y esa ignorancia, lejos de llevarte a no hacerlo -como antes se creía- solo te lleva a tener una primera experiencia traumática, rara o incómoda.

Eso fue hace casi 10 años. Llevo 10 años pensando en cómo fomentar que los temas sexuales sean libres y sin tabúes. Que se considere normal preguntar y responder, entrar a una sex-shop e ir al ginecólogo. Ese es el futuro que me gustaría para las siguientes generaciones, para mi hija.
Que nos sepamos libres de hacer una llamada y reservar en un motel. Que nos sepamos libres de buscar en internet posiciones, canciones, videos, juguetes, lugares y todo lo que se nos antoje. Que nos sepamos libres de ejercer nuestra sexualidad sin ser juzgadas

Porque esa, esa es la parte difícil. Educar a la sociedad. Y no deja de ser importante. Y si nosotras no lo hacemos, ¿quién lo hará?

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