POR LA PETITE MORT

Photo: Jean Philippe Piter
Photo: Jean Philippe Piter
Quisiera que alguien me explique por qué nos enseñan que experimentar con nuestro cuerpo, comprar juguetes sexuales, probar posiciones, descubrir lugares, cambiar de pareja sexual o simplemente coger cuando tienes ganas, es sinónimo de putería.

Alguien me platicó una vez, de una ocasión en que su mamá llegó de visita, y ella olvidó haber dejado en el baño su dildo rosa -el color es importante, solo para que entiendan cuanto llamaba la atención-. Lo había lavado y dejado escurriendo a un lado del lavabo. Su mamá entró, después su papá y al final una amiga de su mamá. Ella no recordaba que seguía ahí, y tampoco se dijo nada, sino hasta que antes de irse, su mamá le dijo con mucha seriedad, incluso preocupación y un dejo de decepción, que debía tener cuidado con la educación que le daba a su hija, que si su pequeña veía cosas así, lo consideraría normal, y tenía que pensar en ella y su bienestar.


Y yo solo puedo preguntarme: ¡¿Qué tiene de malo que una niña crezca considerando normal ser capaz de satisfacerse a sí misma?! Cabe aclarar que la pequeña nunca vio nada y que nunca se ha considerado que fuese a propósito crearle conciencia en estos temas, pero, si sucediera ¿qué habría de malo? Como a muchos nos tocó entrar en el cuarto de nuestros padres un domingo por la mañana y solo escuchar el grito ¡No entres! ¡Danos un segundo! Y uno entraba como si nada sin entender qué sucedía.
Obviamente llega una edad en la que finalmente entiendes, pero a esa edad no. ¿Por qué habría de ser diferente que una niña sepa que su mamá tiene un dildo?

Me intrigó de más el comentario. Porque son muchísimas cosas las que no nos atrevemos a experimentar por miedo al "dirán que soy puta". Y no estamos hablando de libertinaje sexual, de orgías o fiestas de intercambio de parejas -cosas que tampoco me parecen descabelladas si tienes un acuerdo con tu pareja o parejas-. Pero en esta ocasión, hablo de entrar a la sex-shop y comprar un vibrador, de comprar lencería por gusto, de ver porno y masturbarse, de llamar a alguien y decir ¿cogemos?, de hacer un striptease, de mamársela porque se te antojó.

Nos la vivimos quejándonos del machismo, de la falta de igualdad, de la permisividad masculina, entre otras; pero somos nosotras las que ponemos los estereotipos, somos nosotras las que nos catalogamos como "puta".
Y volviendo a la anécdota del dildo rosa. El papá no dijo nada. Fue la mamá. No están siendo los hombres - al menos en la actualidad- los que nos limitan sexualmente. Porque la mayoría de los hombres no se molestarán porque su pareja quiera mamársela, ni se quejarán por llegar a casa y encontrar a su pareja en lencería.
Aunque se nos ha hecho "inferiores" en muchas cosas, seguimos siendo el elixir de satisfacción. O por qué creen que los tables -y otros negocios de ese estilo- son tan remunerados. Y no, no sugiero hacerlo por ellos, ni por nosotras. Sino hacerlo, por hacer. Por la satisfacción mutua. Por el goce recíproco. Por la petite mort. Por ese clímax incomparable, que solo se alcanza -en lenguaje burdo- cuando se traen las mismas ganas.
Así que, experimentemos, descubramos, probemos. Es entendible que no a todas nos guste lo mismo. Pero eso no te convierte en puta, ni en menos mujer.

Antes se creía que ser mujer significaba saber lavar, planchar, cocinar y atender hijos. Y ha sido un proceso redescubrir el significado. Yo diría que, hoy, ser mujer es ser libre de decidir. De decidir que ponerse, en qué trabajar, cuántos hijos tener, a qué edad casarse, cuántos orgasmos tener o si tener pareja.
Porque cuando una mujer se sabe libre de decidir, deja de pelear para que le den "permiso", y empieza a hacerlo. Y no hay mejor forma de empezar a entenderse libre, que llevando nuestra sexualidad a nuestro antojo. Además, disfrutarás el proceso.

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