EL PRINCIPE AZUL

Una de las muchas cosas que tenemos en común todas, es que crecimos con los cuentos de hadas del famoso Príncipe Azul. Encantador, atento y siempre dispuesto.
Aunque hemos ido evolucionando, la historia se repite. Y cuando hablo de la historia, me refiero claro a las expectativas, no al “Felices por Siempre”. Si bien el dragón se ha convertido en madre, la aguja en quehaceres y la calabaza en minivan... la ilusión de un hombre que llegue a salvar el día, y alrededor de quien gire el mundo, sigue en pie. Para las solteras es: ¿Y el novio para cuándo?, para las que tienen novio: ¿Para cuándo la boda? y para las divorciadas: ¿No hay forma de arreglarlo?
El tema es muy extenso cuando de depender de un hombre se trata. Pero a mi me interesa la dependencia sexual.

Si algo es un hecho omitido en los cuentos de hadas, es el sexo. Nunca supimos si a Blanca Nieves se la cogieron más de 10 minutos. No nos dijeron si Cenicienta tuvo un orgasmo. O si a Rapunzel le gustó el sexo oral.
Porque eso nadie lo dice. Nadie nos explica a las mujeres como se siente un orgasmo, que es normal no tenerlo desde el principio o que hay diferentes tipos. Nadie nos dice que puedes sangrar o no en la primera vez. No nos avisan de la posibilidad de ser multiorgásmica, squirt o fetichista. Y claro, cuando se llega a la primera relación sexual con toda esa falta de conocimiento, aunado a miedos, dudas y expectativas… es normal que no salga bien.
El problema es que cuando eso sucede, o nos echamos la culpa o nos conformamos; porque la sociedad nos ha enseñado que es preferible esperar a que llegue un hombre capaz de satisfacernos, que hacerlo solas. Pero no es culpa de la sociedad ni de los hombres. La liberación femenina ha sido un proceso como muchos otros.

Y en la actualidad, parte de ese proceso implica conocernos y experimentar. Necesitamos saber como nos gusta que nos toquen, en dónde, y de qué forma disfrutamos más, porque la responsabilidad no es nada más de la otra persona. Y necesitamos sabernos libres de querer sexo de repente y buscarlo. Si, sabernos, porque libres ya somos. Pero hemos crecido con tantos tabúes, que ejercer esa libertad sigue estando fuera de las opciones.

Siempre he creído que la liberación femenina no es solo buscar igualdad con los hombres. Es también -e incluso prioritario a mi parecer- la libertad que nosotras mismas nos damos. Que podamos vernos al espejo, acariciarnos y llevarnos al orgasmo en el momento que se nos dé la gana. Que podamos ser responsables de nuestra satisfacción sexual, sin que dependa de un nombre -sí, dije nombre-.

¿Se imaginan encontrar al Príncipe Azul y que no sepa coger, ni ustedes explicarle? No podemos seguir esperando que llegue alguien a darnos la cogida de la vida. Porque… ¿y si no llegara?
Es increíble el porcentaje de mujeres adultas que aún hoy, no han experimentado un orgasmo, que no se masturban, que no han entrado a una Sex Shop o que no pueden hablar de sexo sin bajar la voz. Y con esto no intento sugerir que se deba andar gritando intimidades para sentirse bien, sino que se debería poder hablar de ello como hablamos de recetas de cocina. 
Yo abogo por una sociedad así, en la que se pueda hablar de los orgasmos de anoche, sin recibir una mirada crítica o ser juzgadas; y por mujeres que no necesiten esperar al Príncipe Azul para estar satisfechas; porque son dueñas de su libertad y solamente de ellas depende su sexualidad, el resto, es añadidura.

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